Cuando Elliot entró a la consulta, estaba casi desesperado hacía unos meses le había sido extirpado un pequeño tumor de la corteza, cerca del lóbulo frontal del cerebro. El neurólogo, Antonio Damasio tenía claro que aparentaba ser una persona normal, como antes de la intervención, un padre y marido modélico con un trabajo en la administración de una empresa importante. Aunque la intervención de Elliot lo cambió todo, su coeficiente intelectual era el mismo pero era incapaz de tomar decisiones.
Ahora era imposible su vida normal, vestirse con un pantalón negro o azul, elegir un plato en un restaurante o qué comprar, nada de nada, Elliot realizaba un análisis concienzudo de todo, pero no servía de nada, poseía una indecisión patológica. Su vida entró en modo desastre, en palabras del propio Dr. Damasio, “Elliot se reveló como un hombre de inteligencia normal que era incapaz de decidir como es debido, en especial cuando la decisión tenía que ver con asuntos personales o sociales”.
Observaron que Elliot parecía extrañamente desprovisto de emociones, para verificarlo realizaron una de las mediciones que realizamos en Brain House Institute para conocer su actividad emocional. Elliot no sentía nada, tenía la vida emocional de un maniquí.
Fue un descubrimiento inesperado en 1982, el cerebro triuno y sus localizaciones se desmonoraban, la presunción de irracionalidad de las emociones humanas carecía de base. Se pasó en neurociencia del blanco al negro, las emociones son una parte crucial del proceso de toma de decisiones. Un cerebro incapaz de sentir no puede decir nada.
“La razón es la esclava de las pasiones” David Hume.
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